Gustavo Petro, presidente de la república, deberá optar entre dos caminos: persistir en la ilusión de promesas inciertas y discursos incendiarios, o admitir sus fracasos, buscar acuerdos y darle rumbo, aunque sea en la recta final de su mandato, a una gestión que ha carecido de resultados.

Empecemos por la situación fiscal. Con un déficit superior a los $35 billones durante el 2024, la caída del recaudo tributario, y la reducción de las regalías, el Presidente, tendrá que realizar una distribución adecuada y eficiente de los recursos de La Nación.

Para lograrlo, debe recortar gastos de funcionamiento, priorizando aquellas dependencias incompetentes; blindar las finanzas frente a los escándalos de corrupción que lo han manchado, y ejecutar con precisión el presupuesto público.

En materia de salud, era evidente la necesidad de una reforma integral que garantizara calidad en los servicios, procedimientos y el suministro de medicamentos. En su lugar, el gobierno impuso una reforma administrativa que no solo fracasó, sino que agravó la crisis.

Por lo tanto, es su responsabilidad evitar que el debate siga desviado en una estéril confrontación sobre modelos teóricos, dejando de lado las soluciones reales que la población exige con urgencia.

Como senador, Petro exigió que, durante la pandemia, el Estado garantizara la prestación de los servicios públicos, especialmente en aquellos sectores más vulnerables, lo que implicó un mayor esfuerzo financiero en medio de la crisis económica global. Ahora, como Presidente, ignora los compromisos estatales de la “Opción tarifaria” que garantizaron energía a los más pobres durante esa época.

Por ello, es crucial que el mandatario actúe sensatamente para evitar la quiebra de los generadores de energía en Colombia; de lo contrario, apagones como el reciente en Puerto Carreño se volverán comunes.

En seguridad, el gobierno nacional ha fracasado. Es urgente levantar el cese al fuego, permitir que las fuerzas militares y de policía actúen con firmeza y enfrentar sin titubeos al crimen organizado.

En economía, aunque hay avances en agricultura, especialmente en el sector cafetero, es preocupante que Petro no haya cesado los ataques y su amenaza de controlar la institucionalidad cafetera.

El gobierno no puede conformarse con estos logros. Sectores clave como la construcción, el comercio, la hotelería y los bienes y servicios están en crisis, afectando tanto a las empresas como a gran parte de la población trabajadora, incluyendo a quienes dependen de la informalidad.

Finalmente, de cara a un 2025 marcado por la tensión electoral de congreso y presidencia, el gobierno tiene la responsabilidad de preservar la estabilidad del país en un clima político ya de por sí, bien agitado.

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